Desde hace exactamente un año, puedo decir que llevo una vida en la que el trabajo me ha dejado mucho tiempo libre. Situación que pronto cambiará, cuando regrese a trabajar a la televisión. Y, paradójicamente, lo mejor que le ha pasado a mi tiempo libre, es no contar con un televisor. La cantidad de actividades nuevas u olvidadas que comienzan a aparecer en la vida de una persona sin televisión son incontables. Leer esos libros que sólo podíamos dejar para las vacaciones, pasear por las plazas y parques de mi comuna (una costumbre que había prácticamente erradicado de mi vida), caminar distancias que antes sólo podía recorrer en auto, divagar simplemente porque sí… etc. Reconozco que buena parte del tiempo que una persona pasa frente a la tele, quizás yo lo reemplazo frente al computador, con tanto Facebook, Twitter y cuanta otra cosa. Pero me consuela saber que el resto de los mortales que también se meten a Facebook y Twitter y revisan sus mails y suben fotos a Flickr, además ven tele.
Después de medio año de haberme deshecho del aparato, y de ver películas dificultosamente con audífonos y en la pantalla de mi computador, adquirí un proyector, con el cual puedo ver películas en un tamaño de pantalla ideal para apreciar el séptimo arte. Pero la verdad es que el consumo de “películas” aumenta, algunas semanas he visto por lo menos una en la noche, lo que a uno lo obliga a ser más tolerante con la calidad de las películas que consumimos, porque llega un punto en que agota ver tanto cine arte, o tantas películas “para pensar” como diría un amigo. Se necesita tiempo a veces para digerirlas, para reflexionar, al menos para retener tanta información. Para recordarlas. Así que durante un periodo también me hice adicta a la sección de “humor estúpido” (que así se llama!) dentro del género “Comedia” que hay en la página de Bazuca.
Cuando también agoté eso, redescubrí una nueva manera de ver televisión. Que no tiene nada de nueva, pero como no acostumbraba a ver tele, tampoco tenía la costumbre de arrendar la primera o segunda temporada de tal o cual serie gringa. Es lo máximo. Poder ver uno o dos capítulos por noche, sin ningún comercial, sin tener que esperar otra semana para saber quién mató a Laura Palmer.
Acabo de terminar de ver Twin Peaks. Completa. Ambas temporadas más todos los extras que trae la edición “de oro” de la serie creada por Mark Frost y David Lynch. Cuando la serie se transmitió en Chile (sólo la primera temporada) a comienzos de los 90, ya entonces no tenía un gran hábito televisivo. Era una joven estudiante muy ocupada, y como la tele estaba en la habitación de mis padres, no me apetecía instalarme en su cama en la noche a ver nada. Me sentía invadiendo cierta intimidad. Así que nunca la vi. Y es realmente fantástica.La serie quedó trunca. A la primera temporada le fue tan bien, que proyectaron hacer varias más. Sin embargo, a la segunda no le fue tan bien, y el canal no pasó más financiamiento. Quizás por ello Lynch decidió cerrar el ciclo posteriormente haciendo la película. Pero en fin. Convengamos que la segunda temporada no es tan buena. Esa es la verdad. Le pasó un poco el efecto “Lola”, que cuando se alargó, inevitablemente bajó la calidad del trabajo de todos nosotros (aunque aquí el televidente siguió viéndola, lo suficiente como para que el canal estuviera contento con los números).
Se dice de Twin Peaks que cambió la manera de hacer series para la TV. Y hoy, a casi 20 años de su realización, resulta tan fresca y atractiva como entonces. Qué “Elisa” ni qué ocho cuartos. Laura Palmer es inmortal.
CITA
“La cantidad de actividades nuevas u olvidadas que comienzan a aparecer en la vida de una persona sin televisión son incontables”
Fuente: elperiodistaonline.cl