La elegida de Matías Bize
Ha sido la protagonista de tres cintas de este director: Sábado, una película en tiempo real, En la cama y la reciente La vida de los peces. Dice que es muy placentero trabajar con él porque “una de sus principales preocupaciones es justamente el trabajo del actor. Uno siempre se siente acompañado. Por otro lado, siempre me presenta desafíos actorales interesantes, y el hecho de conocernos tanto ayuda a que cada vez podamos lograr un trabajo que contenga mayor profundidad”.
Interpreta a Beatriz, el gran amor de juventud de Andrés (Santiago Cabrera), un hombre que vuelve a Chile desde Alemania después de diez años y con el que Beatriz se topa en una fiesta. El papel fue escrito especialmente para ella “tal vez tengo algo de Beatriz, no sé. Yo trato de diferenciarme un poco los personajes, pero lo que le pasa a ella es algo muy universal, creo que todos hemos estado en ese lugar alguna vez en nuestras vidas”, dice Blanca. Y en su caso es cierto, una vez (no sabe por qué) se reencontró con un amor de juventud. “Personalmente nunca he creído mucho en las segundas oportunidades. Sí creo que los reencuentros son importantes porque permiten cerrar ciclos, resolver asuntos inconclusos. Pero también uno se reencuentra con las razones por las que terminó una relación”, agrega.
Habitación en Roma es el re make lésbico que hizo el director español Julio Medem de En la cama. En la cinta de él son dos mujeres las que pasan una noche en un cuarto de hotel. En la versión de Matías Bize los protagonistas fueron Blanca Lewin y Gonzalo Valenzuela. A Blanca le interesa ver la segunda lectura que le dio este director a la historia, pero cree que si la versión chilena hubiera sido la homosexual, no habría sido tan vista o sería más “alternativa”. “Me muero de ganas de verla, es un director que admiro mucho. Sin embargo, creo que En la cama, en nuestro país tiene un nivel de identificación con la gente bastante universal de la manera en que fue hecha: dos desconocidos (pareja heterosexual) que se encuentran en un motel (lugar archi conocido por nuestra idiosincracia en particular)”, dice.
Blanca, la desconectada
Tiene Black Berry, pero dice que (gracias a Dios) su trabajo no le permite estar conectada todo el día. “Te imaginas estar grabando una escena en que uno interpreta a otro personaje y estar a la vez pendiente de los correos o mensajes que te llegan. Sería una falta de respeto para conmigo misma”, dice. “Es útil para contestar correos urgentes, a veces llego tan tarde a casa que no alcanzo a meterme en el computador. Pero no abuso de ella”, agrega.
“Me gusta la ciudad y en estar conectada en ese sentido, pero prefiero a la gente y en ningún caso relacionarme con robots todo el día”, dice y por eso es que Twitea muy poco y cada vez usa menos Facebook.
Tampoco tiene tele y para el mundial está pensando conseguirse una pequeña y conectarla al proyector que tiene para ver los partidos en pantalla gigante con amigos. “Más por el evento social que por otra cosa”, aclara, porque en su casa no son futboleros.
La actriz en la vida real
Blanca Lewin es una mujer como cualquiera, una que no sigue ninguna tendencia alimenticia especial (ni de moda), le gusta todo. La que se mueve por Santiago en bici, en auto, en micro y en metro. Una mujer que era católica cuando entró a estudiar teatro en la Universidad Católica y que ya dejó de serlo. Una mujer que en su casa tiene un jardín, un limón, un mandarino y tres rosales, además de tres perros pequeños y una gata. Y una actriz a la que le carga que le pregunten qué papel haz querido hacer siempre porque nunca sabe qué responder. “Cada proyecto que se me presenta es una nueva aventura, y me lo tomo como lo que siempre quise hacer, o lo que me faltaba por hacer”, finaliza Blanca Lewin.
Fuente: Belelú