Este invierno, y bajo la dirección del cineasta Marcelo Ferrari, la actriz Blanca Lewin traerá de regreso a María Luisa Bombal en TVN. Aquí cuenta su desafío actoral y los límites que cruzó para convertirse en la escritora que García Lorca, Borges y Neruda reverenciaron. En las páginas siguientes, la propia Lewin revisita a la escritora a través de una moda.
Alone, el crítico literario más influyente que ha tenido Chile, no la dejó pasar. A sus ojos, María Luisa Bombal fue "un ser de una condición rarísima, con un don gratuito, un verdadero presente de los dioses, imposible de adquirir por ninguna clase de estudios". Fue todavía más lejos. "Ella representa una mirada nueva y limpia, el modo natural y original de ver las cosas, la sensación directa del paisaje y de los seres".
No fue la única observación que esta mujer, autora de una intensa obra literaria que remeció al país -y al continente latinoamericano- en los años 30 y 40, recibió en vida. María Luisa Bombal, nacida en cuna de oro, transgresora y solitaria, de talento deslumbrante, marcó la primera mitad del siglo veinte intelectual en Chile. De ella hablaron Neruda y Borges, Alfonsina Storni y García Lorca, Victoria Ocampo y Sherwood Anderson. El siglo pasado, con sus luces y sombras, pasó por ella y selló su genio creativo. Un sello construido con dolor y amor: a esta viñamarina de chasquilla geométrica y escrutadores ojos, la pasión amorosa la elevó a la gloria y la descendió a los infiernos. Le mostró la ruta de los desbordes y le enseñó a empuñar una pistola.
También le partió en dos el corazón: con esa sangre, convertida en tinta, fue que escribió.
Dos novelas y un cuento bastaron para catapultarla, antes de cumplir los treinta, al estrellato definitivo, uno que aún no se apaga, a pesar de siete decenios: en 1935, "La Última Niebla"; en 1938, "La Amortajada"; un año después, su cuento "El Árbol". Fue todo. Con eso bastó.
Murió el 6 de mayo de 1980, ahogada en tristeza y alcohol. Su hija Brigitte, la única que tuvo con el noble francés Raphäel de Saint-Phalle, no asistió al funeral. Ese día -hacía frío en Santiago-, la escritora-emblema del rupturismo femenino en Chile, la primera que se atrevió a mezclar literatura y sexo, la pionera que rompió diques y transgredió normas, cerró sus ojos para siempre. Desde entonces, María Luisa Bombal es el recuerdo viviente de los peores olvidos del Premio Nacional de Literatura.
Pero ni olvidos ni recuerdos empañan esta mañana el brillo en los ojos de la actriz Blanca Lewin quien, desde hace meses, encarna a la Bombal para una película de TVN que saldrá al aire, probablemente, en agosto. Una película porque la hace un cineasta: Marcelo Ferrari, con el apoyo del Consejo Nacional de Televisión, quien le otorgó cien millones de pesos para filmar uno de sus grandes sueños. Una producción que une a Buen Puerto, del propio Ferrari, e Invercine. Un trabajo actoral que a Blanca Lewin le ha ennegrecido las cejas y pintado de rojo la boca. Que la ha desafiado, desangrado hasta el límite en su vocación teatral: con la Bombal no se juega.
Una historia matizada de odios y amores, que atraviesa los setenta años justos (1910 a 1980) que vivió una de nuestras principales escritoras. Una historia que se dará en pocos capítulos y se centrará en diez hitos fundamentales de su vida y obra, sin hilo cronológico. Un guión apoyado en los sucesos extremos que vivió María Luisa, desde su intento de suicidio hasta la loca persecución de su amante, pistola en mano, en las afueras del Crillón. Y los días de gloria en que publicó sus obras maestras.
Pero en esta mañana transparente, un día después de finalizar la grabación de "María Luisa, fuego en la niebla", Blanca Lewin mira por la ventana, sin maquillaje. No hay trazas de Bombal en sus ropas, sólo conserva su rectangular chasquilla:
-Nosotros construimos una María Luisa teñida por la obsesión y por un dolor y una amargura permanentes. Fue una mujer autoflagelante e intensa, una escritora increíble. Eso yo lo fui aprendiendo de a poco, de tanto leerla y estudiármela, un proceso que comenzó hace más de diez años.
-Está cansada...
-Sí. No sólo filmé esta película, en paralelo hacía "La Casa de los Espíritus" en Santiago a Mil. Me sobrepasé. El personaje de Bombal fue exigente porque ella era muy intensa. En un rol así tienes que conservar todo el día un estado medio depresivo, amargo. Y no puedes salirte porque estás en su piel. Eres ella.
Enciende otro cigarrillo.
-Mi vida tampoco ha sido fácil, pero tenemos grandes diferencias. María Luisa, siendo una persona que sufrió enormemente, no fue resiliente. Se apagó lentamente, ni su hija Brigitte la acompañó en su funeral. Y es que ella la había abandonado en su infancia. Yo he llegado a entender ese abandono. Tuvo mucho de egoísmo y revela una incapacidad de hacerse cargo de sí misma.
-Usted también conoció el abandono en su infancia...
-Yo he logrado entender cómo y porqué se abandona a un hijo, también por mi propia vida. Mis papás se separaron siendo yo muy chica, no recuerdo jamás haber vivido con los dos. Mi madre se fue a Estados Unidos cuando yo tenía siete años y formó allá otra familia. El abandono también implica crecer: me he reconciliado con ella. Tú eliges qué hacer con eso que te tocó: si caerte al litro, sumirte en las drogas o vivir.
-Usted escogió bien.
-Escogí salir adelante. El dolor, aunque ha estado presente en cada relación que he establecido en mi vida, me dio armas para pararme en la vida. A diferencia de María Luisa, soy una resiliente. Ella fue la regalona de su padre, Martín Bombal, quien murió cuando la escritora tenía sólo nueve años. Ése fue su mayor dolor y nunca se recuperó: pasó la vida buscándolo, emparejándose con hombres mayores.
Una historia matizada de odios y amores, que atraviesa los setenta años justos (1910 a 1980) que vivió una de nuestras principales escritoras. Una historia que se dará en pocos capítulos y se centrará en diez hitos fundamentales de su vida y obra, sin hilo cronológico. Un guión apoyado en los sucesos extremos que vivió María Luisa, desde su intento de suicidio hasta la loca persecución de su amante, pistola en mano, en las afueras del Crillón. Y los días de gloria en que publicó sus obras maestras.
Pero en esta mañana transparente, un día después de finalizar la grabación de "María Luisa, fuego en la niebla", Blanca Lewin mira por la ventana, sin maquillaje. No hay trazas de Bombal en sus ropas, sólo conserva su rectangular chasquilla:
-Nosotros construimos una María Luisa teñida por la obsesión y por un dolor y una amargura permanentes. Fue una mujer autoflagelante e intensa, una escritora increíble. Eso yo lo fui aprendiendo de a poco, de tanto leerla y estudiármela, un proceso que comenzó hace más de diez años.
-Está cansada...
-Sí. No sólo filmé esta película, en paralelo hacía "La Casa de los Espíritus" en Santiago a Mil. Me sobrepasé. El personaje de Bombal fue exigente porque ella era muy intensa. En un rol así tienes que conservar todo el día un estado medio depresivo, amargo. Y no puedes salirte porque estás en su piel. Eres ella.
Enciende otro cigarrillo.
-Mi vida tampoco ha sido fácil, pero tenemos grandes diferencias. María Luisa, siendo una persona que sufrió enormemente, no fue resiliente. Se apagó lentamente, ni su hija Brigitte la acompañó en su funeral. Y es que ella la había abandonado en su infancia. Yo he llegado a entender ese abandono. Tuvo mucho de egoísmo y revela una incapacidad de hacerse cargo de sí misma.
-Usted también conoció el abandono en su infancia...
-Yo he logrado entender cómo y porqué se abandona a un hijo, también por mi propia vida. Mis papás se separaron siendo yo muy chica, no recuerdo jamás haber vivido con los dos. Mi madre se fue a Estados Unidos cuando yo tenía siete años y formó allá otra familia. El abandono también implica crecer: me he reconciliado con ella. Tú eliges qué hacer con eso que te tocó: si caerte al litro, sumirte en las drogas o vivir.
-Usted escogió bien.
-Escogí salir adelante. El dolor, aunque ha estado presente en cada relación que he establecido en mi vida, me dio armas para pararme en la vida. A diferencia de María Luisa, soy una resiliente. Ella fue la regalona de su padre, Martín Bombal, quien murió cuando la escritora tenía sólo nueve años. Ése fue su mayor dolor y nunca se recuperó: pasó la vida buscándolo, emparejándose con hombres mayores.
De luces y sombras
A Blanca Lewin le costó su papel de Bombal. Metida hasta el pellejo en la vulnerable verdad de la escritora, a ratos se le olvidaba su propia alegría.
-Yo soy más bien alegre y se me hizo cuesta arriba andar depre todo el día, pero fue casi condición. Mi profesión es extraña: como actriz, puedo canalizar todas mis pasiones. Hay días en que soy pura melancolía, y otros, lo contrario: la extroversión absoluta. María Luisa Bombal era muy extrovertida, muy florerito, la reina de la fiesta. Su vida entera fue una puesta en escena. En el fondo, sufría.
-Se filmaron varias escenas dramáticas, con pistolas.
-María Luisa era una mujer muy teatral. Si yo soy intensa, ella mucho más. Hay una anécdota que la revela. Hacía tiempo que Eulogio Sánchez, quien fue su gran amor y a quien ella le disparó a la salida del hotel Crillón en un arranque pasional, se venía corriendo de la relación y ella no quería entender. Cenaron juntos y, en la mitad de la comida, ella se paró, fue al escritorio y trató de dispararse al corazón: la bala dio en la clavícula. Era muy teatrera, escandalosa. Tenía una personalidad bastante bipolar: después de la euforia, podía quedarse semanas botada en la cama.
-¿Cómo fue interpretar a una mujer tan controvertida, tan juzgada en su época?
-Un tremendo desafío: ahí me fue muy útil su escritura. Una de las maravillas que ella tiene como escritora, es que sus novelas, a pesar de ser literatura de ficción, se traslucen. Uno puede perfectamente leer toda esa pasión que ella sentía por su propia vida. Me costó mucho encontrar una edición decente de sus Obras Completas, recién se reeditaron en 2010, a raíz del centenario de su nacimiento. ¡Una escritora de su calibre! Todo el mundo habla hoy de la Bombal como la revolución de las letras latinoamericanas desde lo femenino, un fenómeno único. Pero hay un recelo general. A la gente le da vergüenza admitir que ella fue muy pastel. Con su alcoholismo dio espectáculo hasta viejita, se caía en público, dio jugo hasta el final.
-Tuvo más aristas polémicas.
-Y algunas cuesta entenderlas. Con ese genio enorme y ese don natural asombroso, fue muy poco prolífica. Eso le jugó en contra: después de sus obras principales y de otro par de cuentos, se pasó 30 años diciendo que escribía, pero no publicaba. Y en lo político fue bien reaccionaria, incluso al final de su vida se declaró pinochetista, algo muy loco. Ella, una mujer de avanzada, amiga de Neruda, de Borges, de García Lorca. Tan de avanzada, que su primer marido fue el pintor homosexual Jorge Larco, después amante de García Lorca. Bombal y Larco sólo se casaron para acompañarse.
-Para los años 30, Bombal fue una tremenda rupturista.
-Sin ir más lejos, mira cómo manejó el tema del sexo. En los años 30 y 40 no hay precedentes en la literatura latinoamericana de otro manejo igual de la sexualidad femenina por parte de una escritora. Con sus novelas, ella constituyó un fenómeno único, no formó parte de ninguna generación ni de ningún boom literario. Con el sexo, María Luisa se soltó. Si pensamos en la época, es asombroso cómo describe un orgasmo femenino en toda su dimensión. Por primera vez en el continente una creadora se atrevió a hablar del cuerpo de la mujer como un lugar activo de sexualidad. Yo, que no soy una feminista, creo en la igualdad de sexos. Desde los años 30 y 40, las mujeres hemos ido ganando terreno. Mucho de ese avance se lo debemos a las porfiadas, a las rebeldes, a las atrevidas, que, como María Luisa Bombal, dieron el paso primero. Sus dos novelas revolucionaron las letras continentales, dieron vuelta el ambiente literario en Chile, rompieron los límites. Pero no fueron suficientes para el Premio Nacional de Literatura.