viernes, 30 de marzo de 2012

Blanca Lewin vive sin televisión: Por qué dejar este aparato ¿podrías?

Los efectos de la televisión pueden ser realmente dañinos, pero vivir sin este aparato a estas alturas parece inimaginable. Pues bien, hay quienes lo han hecho, ¿cuál ha sido la motivación?, ¿cómo es esa experiencia?, ¿cuáles son los reales efectos de la televisión?

¿Sacarías tus aparatos de la casa? ¿Podrías vivir sin ellos? La mayoría diría que no, para qué. Pero hay quienes sí lo han hecho. Una de las personas que no tiene televisión –pese a que trabaja en el medio– hace más de cuatro años es la actriz Blanca Lewin, porque simplemente se dio cuenta que no la veía. Cuando remodelaba su casa la tele se quedó con el cable enrollado en un rincón; estuvo así durante meses, y notó que sólo ocupaba espacio. Pero contrario a lo que se pueda pensar, Blanca confiesa que no la odia. “No puedo tener una opinión acabada, puesto que no ‘conozco’ detalladamente la programación nacional. La gente cree que no tengo tele porque la odio o porque me creo seudo-intelectual. La verdad es que no. Simplemente me entretengo con otras cosas”, cuenta.

Según su experiencia, es más lo que ha ganado que perdido con esta decisión.
“La verdad es que nunca vi mucha,
pero perdía bastante tiempo buscando algo para ver que finalmente no encontraba. Sólo me provocaba frustración. Sinceramente siento que no he perdido nada. Tengo Internet, así que no tener tele no es excusa para estar desinformada. Lo que sea que
me pierda, por lo general en menos de pocas horas ya está en YouTube. Las noticias se saben antes en las redes sociales, etcétera. Y si quiero ver algo específico, alguna edición de un programa que tenga algún elemento que me interese ver, siempre está la señal online”.
Al final, todo tiene pros y contras. El aspecto negativo para Raúl Carvajal, sicólogo de Clínica Santa María,
es que perjudica nuestra creatividad, pues estar frente a la pantalla nos convierte en entes pasivos. “Durante estos periodos no enfrentamos desafíos, en términos de resolución de dificultades, ni hacemos planificaciones; sólo somos receptores de un producto que no nos obliga a pensar, más bien nos aletarga. Si pensamos que la palabra creatividad viene de ‘crear’, tenemos que reconocer que la televisión no favorece este proceso. Frente a la televisión no creamos, nos convertimos en meros receptores”, explica.

Otro factor que afecta la creatividad, advierte el especialista, es la cantidad de tiempo que ocupamos en mirarla, y cómo muchas personas ordenan su día a partir de la programación televisiva. “Por ejemplo, me levanto con el matinal, almuerzo con las noticias, me duermo después del reality. Así se crea todo un condicionamiento, y desde siempre se ha sabido que los condicionamientos son todo lo contrario a un acto creativo”.
Más peligroso aún: produce un efecto a nivel funcional, es decir, el funcionamiento cerebral sí se podría ver comprometido con el consumo excesivo de televisión. El sicólogo de Clínica Santa María asegura que se puede ver reflejado en:
* Baja creatividad. “A diferencia de un libro o de la radio, que nos invitan a imaginar y fantasear, la televisión me entrega el producto armado”.
* Disminución del sentido crítico. “Tendemos a aceptar los contenidos televisivos como ciertos, sin cuestionamientos. Esto tiene que ver con el poder de la imagen, la que no nos atrevemos a cuestionar”.
* Suplir la experiencia. “Me importa más lo que le pasa al otro que lo que ocurre en mi vida, habitualmente, porque me sirve de escape. El problema está en que nuestra mente no distingue entre realidad y fantasía, respecto a las respuestas emocionales y fisiológicas. Por ejemplo vivimos las emociones de los protagonistas de los realities como si fueran nuestras, tanto que podemos reír o llorar por experiencias que nunca viví realmente”.
Y si te consideras un “teleadicto” ten cuidado, porque puede producir obesidad, depresión, inmadurez o todo lo contrario. “Quienes no confían en su intelecto, las personas sedentarias con tendencia a la obesidad, los que sufren depresión, los inmaduros, frustrados, fatigados y perezosos, tendrán también mayor tendencia a la adicción televisiva. Funciona como un círculo vicioso, que parte siempre por la evitación del vivir las propias experiencias, porque es más cómodo, menos doloroso, menos frustrante”, advierte el especialista.
Dolores Souza, del Consejo Nacional de Televisión, confirma que han aumentado las denuncias ciudadanas cuando algo de la TV no le gusta al público (se realizan en el sitio www.cntv.cl). “Antes llegaban cincuenta al año; el 2009 llegaron 800, pero ahora llevamos más de novecientas, y estamos recién en marzo”. Añade que la gente está más sensible al sensacionalismo de los noticiarios y la violencia que involucra. “La televisión universitaria nació para educar, pero ahora se trata más de entretener e informar”, agrega.
En efecto, la gente ve muchas noticias; de hecho, más del 80% se informa por la televisión sobre noticias nacionales e internacionales. “Llama la atención que teniendo tantos medios a su alcance, sigue siendo la televisión la más importante. Incluso ha cambiado modas, influye en que te puedes poner tolerante con situaciones que antes eran terribles, como la violencia en los 90, el sexo o el lenguaje. Todo varía porque la cultura va cambiando”, explica Souza.
Para el sociólogo Raúl Zarzuri los noticiaros, por ejemplo, intentan impactar al público al inicio, con la crónica roja. “Evidentemente que la ‘noticia’ requiere de ser dramatizada y tener un efecto de impacto. Por lo tanto, la complejidad del hecho noticioso debe ser reducida para poder ser transmitido y tener un efecto en las audiencias y así poder ‘construir’ la noticia y hacerla ver como algo real, aunque no lo sea”, considera.
Así es como surge un dilema, pues la cantidad de personas que ven noticieros es enorme, y nos puede afectar el ánimo, indudablemente. ”Nos guste o no, la televisión crea realidad, nos dice que cosas ‘pasan’, y el énfasis no está determinado por el televidente, sino por los equipos encargados de elegir contenidos. Desde esta perspectiva sí puede ser un factor externo que favorezca la aparición de trastornos de ánimo, como la depresión, en la medida que ponga el foco en tragedias, desastres, muertes, delincuencia, etcétera”, comenta el sicólogo Raúl Carvajal.
¿Es recomendable dejar de ver programación triste, trágica, en beneficio de nuestra salud mental y de nuestros hijos? ¿Quizás optar por programación más bien interesante o positiva?
Carvajal postula que la idea es ver cada vez menos televisión, pues nada reemplazará la experiencia directa, aquello que puedo ver, oír, tocar, oler. “Vivir las experiencias siempre será mejor que verlas como un reflejo. Considerando que convivimos con nuestros queridos plasmas, LED y otros, la idea es darles el mejor uso posible, y esto podría ser ver poca televisión, con contenidos que a la larga sean beneficiosos en algún aspecto del vivir. Por esto es bueno preguntarse de vez en cuando ‘¿qué estoy dejando de hacer, por estar frente a la pantalla? ¿En qué me aporta lo que estoy viendo? ¿Estoy viendo lo que me interesa o sólo soy un buen seguidor de la programación?’ Mal que mal, hay cálculos que dicen que en total podríamos estar entre 6 a 8 años de nuestra vida frente a un televisor. ¿Valdrá la pena?”, cuestiona.